Nombre: Rafael_Cotero
Edad: 20Altura: 1,82
padre: ?
Madre: ?
Capítulo 1: Un Niño en la Oscuridad
Rafael Cotero tenía cinco años cuando entendió que estaba solo en el mundo. Sus padres habían desaparecido sin dejar rastro, y la única compañía que tenía era la de los callejones de Los Santos, una ciudad donde la vida era dura y la supervivencia, un arte. Creció entre casas en ruinas, basurales y miradas furtivas. El frío de las noches lo obligó a acurrucarse entre cartones, y el hambre lo llevó a aprender a mendigar y hurtar desde pequeño. Tenía el cabello enmarañado, la ropa hecha jirones y una mirada que, a pesar de su corta edad, reflejaba una madurez forzada por las circunstancias.
Uno de los primeros en ayudarlo fue Don Marcelo, un viejo mecánico de manos ásperas y mirada severa, que le enseñó a arreglar motores y lo acogió en su taller a cambio de trabajo. Aunque el anciano nunca fue cariñoso, le daba comida y un rincón donde dormir. Rafael encontró en él una figura paterna silenciosa, alguien que no le daba afecto, pero sí una oportunidad de aprender y mantenerse con vida.
![[Imagen: nYfGnS3.png]](https://i.imgur.com/nYfGnS3.png)
Capítulo 2: Amistades en las Sombras
A los diez años, Rafael ya conocía bien las calles. Aprendió a robar bolsillos en mercados concurridos y a colarse en almacenes para conseguir comida. Su delgadez le permitía moverse rápido, y su astucia lo hacía escapar de problemas antes de que lo atraparan. En ese tiempo conoció a Elías y a Bruno, dos hermanos huérfanos que vivían en la misma miseria que él. Juntos formaron una pequeña pandilla de supervivientes, cuidándose mutuamente y compartiendo lo poco que conseguían.
Fue también en esos años cuando escuchó por primera vez sobre "La Mano Negra", una organización criminal que controlaba gran parte de la ciudad. Don Marcelo siempre le advertía que no se acercara a ellos, pero Rafael sabía que algún día cruzaría su camino.
A los diez años, Rafael ya conocía bien las calles. Aprendió a robar bolsillos en mercados concurridos y a colarse en almacenes para conseguir comida. Su delgadez le permitía moverse rápido, y su astucia lo hacía escapar de problemas antes de que lo atraparan. En ese tiempo conoció a Elías y a Bruno, dos hermanos huérfanos que vivían en la misma miseria que él. Juntos formaron una pequeña pandilla de supervivientes, cuidándose mutuamente y compartiendo lo poco que conseguían.
Fue también en esos años cuando escuchó por primera vez sobre "La Mano Negra", una organización criminal que controlaba gran parte de la ciudad. Don Marcelo siempre le advertía que no se acercara a ellos, pero Rafael sabía que algún día cruzaría su camino.
![[Imagen: j2NZGyC.jpeg]](https://i.imgur.com/j2NZGyC.jpeg)
Capítulo 3: La Adolescencia y la Primera Decisión
Cuando cumplió quince años, Rafael ya era un joven alto y fibroso, con músculos curtidos por el trabajo en el taller y la agilidad de alguien que había pasado su vida escapando de problemas. Don Marcelo le consiguió un empleo en un taller mecánico, pero el sueldo no era suficiente para mantenerse. La tentación del dinero fácil lo llevó a hacer pequeños trabajos para un hombre llamado "Zurdo", un matón de La Mano Negra. Al principio solo entregaba paquetes y hacía recados, pero pronto se vio envuelto en situaciones más peligrosas.
Elías intentó alejarlo de ese mundo, pero Rafael ya había probado el sabor del poder y la independencia. Bruno, en cambio, siguió sus pasos, aunque con menos cautela.
Una noche, tras un encargo, Bruno no volvió. Rafael y Elías lo buscaron por las calles hasta encontrar su cuerpo en un callejón oscuro. Su rostro estaba amoratado, sus ropas desgarradas y la sangre se mezclaba con la suciedad del suelo. Los rumores decían que había cruzado la línea con los hombres del Zurdo, tal vez robándoles o simplemente estando en el lugar equivocado en el momento equivocado. Rafael cayó de rodillas junto al cadáver de su amigo, sintiendo una ira fría recorrerle el cuerpo.
La policía no se molestó en investigar, y el caso fue archivado como "otro ajuste de cuentas más". Pero Rafael no lo olvidó. Esa noche, entendió que la calle no tenía piedad, que la vida podía arrebatarte todo en un instante. Fue entonces cuando decidió que no quería convertirse en un peón de nadie. Se juró a sí mismo que jamás permitiría que otro ser querido cayera de esa manera. Su camino estaba marcado, y la venganza, aunque silenciosa, ya se formaba en su mente.
Cuando cumplió quince años, Rafael ya era un joven alto y fibroso, con músculos curtidos por el trabajo en el taller y la agilidad de alguien que había pasado su vida escapando de problemas. Don Marcelo le consiguió un empleo en un taller mecánico, pero el sueldo no era suficiente para mantenerse. La tentación del dinero fácil lo llevó a hacer pequeños trabajos para un hombre llamado "Zurdo", un matón de La Mano Negra. Al principio solo entregaba paquetes y hacía recados, pero pronto se vio envuelto en situaciones más peligrosas.
Elías intentó alejarlo de ese mundo, pero Rafael ya había probado el sabor del poder y la independencia. Bruno, en cambio, siguió sus pasos, aunque con menos cautela.
Una noche, tras un encargo, Bruno no volvió. Rafael y Elías lo buscaron por las calles hasta encontrar su cuerpo en un callejón oscuro. Su rostro estaba amoratado, sus ropas desgarradas y la sangre se mezclaba con la suciedad del suelo. Los rumores decían que había cruzado la línea con los hombres del Zurdo, tal vez robándoles o simplemente estando en el lugar equivocado en el momento equivocado. Rafael cayó de rodillas junto al cadáver de su amigo, sintiendo una ira fría recorrerle el cuerpo.
La policía no se molestó en investigar, y el caso fue archivado como "otro ajuste de cuentas más". Pero Rafael no lo olvidó. Esa noche, entendió que la calle no tenía piedad, que la vida podía arrebatarte todo en un instante. Fue entonces cuando decidió que no quería convertirse en un peón de nadie. Se juró a sí mismo que jamás permitiría que otro ser querido cayera de esa manera. Su camino estaba marcado, y la venganza, aunque silenciosa, ya se formaba en su mente.
![[Imagen: MrHjlbU.jpeg]](https://i.imgur.com/MrHjlbU.jpeg)
Capítulo 4: Un Hombre en la Encrucijada
A los veinte años, Rafael se había convertido en un hombre de mirada firme y pasos calculados. El tiempo lo había endurecido, pero también lo había vuelto más sabio. Aunque dejó de trabajar para La Mano Negra, los fantasmas del pasado seguían acechándolo. Intentaba enfocarse en el taller de Don Marcelo, pero sabía que no podía escapar de su destino por mucho tiempo.
El Zurdo aún operaba en la ciudad, y su sombra era cada vez más larga. Rafael intentaba mantenerse al margen, pero cuando vio a unos de sus hombres golpear a un niño en la calle por robar pan, no pudo quedarse de brazos cruzados. Intervino, y en ese instante, supo que había firmado su sentencia. Sabía que ahora lo buscarían.
En su camino se cruzó Ca*****, una joven periodista de cabello rizado y ojos llenos de determinación. Ella investigaba a La Mano Negra y al comisario Vargas, un hombre intocable en la ciudad que ocultaba más secretos de los que aparentaba. Rafael, aún con su instinto de sobreviviente, no quería involucrarse al principio, pero la rabia acumulada en su interior le hizo cambiar de opinión. Junto con Ca***** y Don Marcelo, comenzó a reunir pruebas, descubriendo que Vargas no solo encubría crímenes, sino que era el verdadero líder de la organización.
A los veinte años, Rafael se había convertido en un hombre de mirada firme y pasos calculados. El tiempo lo había endurecido, pero también lo había vuelto más sabio. Aunque dejó de trabajar para La Mano Negra, los fantasmas del pasado seguían acechándolo. Intentaba enfocarse en el taller de Don Marcelo, pero sabía que no podía escapar de su destino por mucho tiempo.
El Zurdo aún operaba en la ciudad, y su sombra era cada vez más larga. Rafael intentaba mantenerse al margen, pero cuando vio a unos de sus hombres golpear a un niño en la calle por robar pan, no pudo quedarse de brazos cruzados. Intervino, y en ese instante, supo que había firmado su sentencia. Sabía que ahora lo buscarían.
En su camino se cruzó Ca*****, una joven periodista de cabello rizado y ojos llenos de determinación. Ella investigaba a La Mano Negra y al comisario Vargas, un hombre intocable en la ciudad que ocultaba más secretos de los que aparentaba. Rafael, aún con su instinto de sobreviviente, no quería involucrarse al principio, pero la rabia acumulada en su interior le hizo cambiar de opinión. Junto con Ca***** y Don Marcelo, comenzó a reunir pruebas, descubriendo que Vargas no solo encubría crímenes, sino que era el verdadero líder de la organización.
![[Imagen: kfsNnj5.jpeg]](https://i.imgur.com/kfsNnj5.jpeg)
Capítulo 5: Bajo el Cielo de los Santos
La tensión en Los Santos había alcanzado su punto máximo. Rafael sentía que todo lo que había hecho hasta ese momento lo había llevado hasta aquí: la última confrontación, la culminación de años de lucha, sufrimiento y decisiones difíciles. Había pasado de ser un niño perdido en las calles a convertirse en el hombre que enfrentaría el mayor reto de su vida. Y sabía que no podía fallar.
El plan estaba listo. Ca*****, con su astucia como periodista, había logrado obtener pruebas irrefutables sobre la implicación del comisario Vargas en los crímenes de La Mano Negra. Las fotos, documentos y grabaciones que habían recopilado eran suficientes para destruir la fachada de Vargas como un servidor público intachable. Sabían que la ciudad entera reaccionaría cuando la verdad saliera a la luz. La única cuestión era cómo y cuándo.
Una noche, mientras Rafael trabajaba en el taller, algo en el aire le hizo sentir que algo iba a suceder. La sensación de peligro era palpable. Los pasos de los hombres del Zurdo resonaron antes de que Rafael pudiera reaccionar. Cuando salió a la calle para tomar aire, fue rodeado por los matones, que aparecieron de entre las sombras con sus rostros ocultos bajo pasamontañas.
Sin aviso, los hombres del Zurdo lo atacaron con rapidez. Rafael, con la misma agilidad de siempre, esquivó el primer golpe. Un tipo con cicatrices en la cara intentó agarrarlo por el brazo, pero Rafael, con un rápido movimiento, lo desarmó. Utilizando una llave de presión, lo dejó fuera de combate. Pero no era suficiente. Los demás comenzaron a rodearlo, y Rafael sabía que, sin ayuda, no podría escapar tan fácilmente.
Entonces, uno de los hombres sacó un cuchillo, y otro una pistola. Las luces de los coches de paso iluminaban sus rostros, mientras el sonido del metal al chocar contra el concreto rompía la quietud de la noche. Rafael aprovechó el momento de distracción para correr, llevando consigo la adrenalina de su niñez, esa que le había enseñado a huir con rapidez y astucia.
Pero en ese momento, una explosión de violencia cambió la situación. Los hombres del Zurdo habían sido más astutos de lo que Rafael pensaba. En un parpadeo, Don Marcelo apareció, intentando intervenir y salvar a Rafael. Sin embargo, el anciano no pudo evitar que uno de los hombres del Zurdo lo alcanzara con un disparo en el pecho.
Rafael, paralizado por la brutal escena, sintió una ola de rabia recorrerle el cuerpo. Se lanzó al frente sin pensarlo, tomando una barra de metal que estaba cerca. Golpeó con fuerza a uno de los matones, derribándolo al suelo, pero el daño ya estaba hecho. Don Marcelo yacía en el suelo, su vida desvaneciéndose ante sus ojos. En ese instante, algo en Rafael cambió. La rabia que lo había acompañado durante años se transformó en una determinación feroz.
Poco después, las pruebas que Ca***** había reunido fueron publicadas. Los medios de comunicación comenzaron a destapar los oscuros secretos de Vargas. Los Santos estalló en protestas. La corrupción que había existido por tanto tiempo al fin estaba siendo desmantelada. Pero Vargas no era un hombre que se rendiría fácilmente.
La noche antes de su arresto, Rafael decidió enfrentar al comisario. Sabía que Vargas tenía la capacidad de destruir a cualquiera que se interpusiera en su camino, pero también entendía que, si no lo detenía ahora, el ciclo de corrupción y violencia seguiría arrasando la ciudad. Así que se infiltró en el edificio donde Vargas solía reunirse con sus aliados. Nadie sospechaba de su presencia.
Cuando Vargas entró a la sala, acompañado de su guardaespaldas, Rafael ya estaba allí, esperando en las sombras. El comisario, al verlo, sonrió de manera fría. “¿Qué es esto, un niño que quiere jugar a ser hombre?”, dijo con desdén.
La pelea fue brutal. Vargas, aunque más viejo y de complexión más gruesa, tenía años de experiencia en la lucha sucia. Sabía cómo usar su entorno a su favor. Rafael, sin embargo, era más rápido, más ágil y determinado a no dejarse vencer.
Al principio, Vargas intentó intimidarlo con su fuerza bruta. Un fuerte golpe de puño golpeó el costado de Rafael, haciéndole perder el aliento. Pero el joven no flaqueó. Utilizando su agilidad, esquivó otro golpe y aprovechó un momento de distracción para lanzar un golpe directo a la cara de Vargas, haciéndolo tambalear.
Los dos se enfrentaron en un combate sin reglas, donde cada uno utilizaba lo que tenía a mano: sillas, mesas, y cualquier objeto que pudiera servir como arma. Vargas logró asestar un par de golpes en el rostro de Rafael, dejándole una cicatriz cerca de su ojo. Pero Rafael no dejó de luchar. A cada golpe recibido, su furia crecía, como si todo el dolor de su vida se canalizara en ese instante.
Finalmente, cuando Vargas intentó sacar una pistola para terminar con todo, Rafael lo desarmó con una maniobra que había aprendido en las calles, golpeándole la muñeca con tal fuerza que la pistola voló por los aires. Con un movimiento rápido, lo derribó al suelo, poniéndole una rodilla sobre el pecho y mirando fijamente a sus ojos, llenos de miedo por primera vez.
“Este es el final, Vargas”, dijo Rafael con voz grave.
Poco después, la policía arrestó a Vargas, quien fue expuesto ante los ojos del mundo como el líder de La Mano Negra. Los Santos vivió días de caos, pero también de liberación. La caída del comisario y de la organización criminal significó el fin de una era de corrupción y abuso en la ciudad. Rafael, aunque marcado por las cicatrices de la guerra que había librado, caminó por las calles con la satisfacción de saber que había hecho lo correcto.
Bajo el cielo de Los Santos, la ciudad respiraba de nuevo, pero Rafael sabía que la lucha nunca terminaría. Siempre habría sombras acechando, pero él ya no era el niño perdido que había sido una vez. Ahora era un hombre con un propósito, dispuesto a defender su ciudad y sus ideales, no importaba lo que tuviera que enfrentar.
Este es un relato sobre un chico que paso de ser nada a serlo todo.
Espero que les allá gustado y obtenga mi pdr positivo
La tensión en Los Santos había alcanzado su punto máximo. Rafael sentía que todo lo que había hecho hasta ese momento lo había llevado hasta aquí: la última confrontación, la culminación de años de lucha, sufrimiento y decisiones difíciles. Había pasado de ser un niño perdido en las calles a convertirse en el hombre que enfrentaría el mayor reto de su vida. Y sabía que no podía fallar.
El plan estaba listo. Ca*****, con su astucia como periodista, había logrado obtener pruebas irrefutables sobre la implicación del comisario Vargas en los crímenes de La Mano Negra. Las fotos, documentos y grabaciones que habían recopilado eran suficientes para destruir la fachada de Vargas como un servidor público intachable. Sabían que la ciudad entera reaccionaría cuando la verdad saliera a la luz. La única cuestión era cómo y cuándo.
Una noche, mientras Rafael trabajaba en el taller, algo en el aire le hizo sentir que algo iba a suceder. La sensación de peligro era palpable. Los pasos de los hombres del Zurdo resonaron antes de que Rafael pudiera reaccionar. Cuando salió a la calle para tomar aire, fue rodeado por los matones, que aparecieron de entre las sombras con sus rostros ocultos bajo pasamontañas.
Sin aviso, los hombres del Zurdo lo atacaron con rapidez. Rafael, con la misma agilidad de siempre, esquivó el primer golpe. Un tipo con cicatrices en la cara intentó agarrarlo por el brazo, pero Rafael, con un rápido movimiento, lo desarmó. Utilizando una llave de presión, lo dejó fuera de combate. Pero no era suficiente. Los demás comenzaron a rodearlo, y Rafael sabía que, sin ayuda, no podría escapar tan fácilmente.
Entonces, uno de los hombres sacó un cuchillo, y otro una pistola. Las luces de los coches de paso iluminaban sus rostros, mientras el sonido del metal al chocar contra el concreto rompía la quietud de la noche. Rafael aprovechó el momento de distracción para correr, llevando consigo la adrenalina de su niñez, esa que le había enseñado a huir con rapidez y astucia.
Pero en ese momento, una explosión de violencia cambió la situación. Los hombres del Zurdo habían sido más astutos de lo que Rafael pensaba. En un parpadeo, Don Marcelo apareció, intentando intervenir y salvar a Rafael. Sin embargo, el anciano no pudo evitar que uno de los hombres del Zurdo lo alcanzara con un disparo en el pecho.
Rafael, paralizado por la brutal escena, sintió una ola de rabia recorrerle el cuerpo. Se lanzó al frente sin pensarlo, tomando una barra de metal que estaba cerca. Golpeó con fuerza a uno de los matones, derribándolo al suelo, pero el daño ya estaba hecho. Don Marcelo yacía en el suelo, su vida desvaneciéndose ante sus ojos. En ese instante, algo en Rafael cambió. La rabia que lo había acompañado durante años se transformó en una determinación feroz.
Poco después, las pruebas que Ca***** había reunido fueron publicadas. Los medios de comunicación comenzaron a destapar los oscuros secretos de Vargas. Los Santos estalló en protestas. La corrupción que había existido por tanto tiempo al fin estaba siendo desmantelada. Pero Vargas no era un hombre que se rendiría fácilmente.
La noche antes de su arresto, Rafael decidió enfrentar al comisario. Sabía que Vargas tenía la capacidad de destruir a cualquiera que se interpusiera en su camino, pero también entendía que, si no lo detenía ahora, el ciclo de corrupción y violencia seguiría arrasando la ciudad. Así que se infiltró en el edificio donde Vargas solía reunirse con sus aliados. Nadie sospechaba de su presencia.
Cuando Vargas entró a la sala, acompañado de su guardaespaldas, Rafael ya estaba allí, esperando en las sombras. El comisario, al verlo, sonrió de manera fría. “¿Qué es esto, un niño que quiere jugar a ser hombre?”, dijo con desdén.
La pelea fue brutal. Vargas, aunque más viejo y de complexión más gruesa, tenía años de experiencia en la lucha sucia. Sabía cómo usar su entorno a su favor. Rafael, sin embargo, era más rápido, más ágil y determinado a no dejarse vencer.
Al principio, Vargas intentó intimidarlo con su fuerza bruta. Un fuerte golpe de puño golpeó el costado de Rafael, haciéndole perder el aliento. Pero el joven no flaqueó. Utilizando su agilidad, esquivó otro golpe y aprovechó un momento de distracción para lanzar un golpe directo a la cara de Vargas, haciéndolo tambalear.
Los dos se enfrentaron en un combate sin reglas, donde cada uno utilizaba lo que tenía a mano: sillas, mesas, y cualquier objeto que pudiera servir como arma. Vargas logró asestar un par de golpes en el rostro de Rafael, dejándole una cicatriz cerca de su ojo. Pero Rafael no dejó de luchar. A cada golpe recibido, su furia crecía, como si todo el dolor de su vida se canalizara en ese instante.
Finalmente, cuando Vargas intentó sacar una pistola para terminar con todo, Rafael lo desarmó con una maniobra que había aprendido en las calles, golpeándole la muñeca con tal fuerza que la pistola voló por los aires. Con un movimiento rápido, lo derribó al suelo, poniéndole una rodilla sobre el pecho y mirando fijamente a sus ojos, llenos de miedo por primera vez.
“Este es el final, Vargas”, dijo Rafael con voz grave.
Poco después, la policía arrestó a Vargas, quien fue expuesto ante los ojos del mundo como el líder de La Mano Negra. Los Santos vivió días de caos, pero también de liberación. La caída del comisario y de la organización criminal significó el fin de una era de corrupción y abuso en la ciudad. Rafael, aunque marcado por las cicatrices de la guerra que había librado, caminó por las calles con la satisfacción de saber que había hecho lo correcto.
Bajo el cielo de Los Santos, la ciudad respiraba de nuevo, pero Rafael sabía que la lucha nunca terminaría. Siempre habría sombras acechando, pero él ya no era el niño perdido que había sido una vez. Ahora era un hombre con un propósito, dispuesto a defender su ciudad y sus ideales, no importaba lo que tuviera que enfrentar.
![[Imagen: 5LhaRy4.jpeg]](https://i.imgur.com/5LhaRy4.jpeg)
Este es un relato sobre un chico que paso de ser nada a serlo todo.
Espero que les allá gustado y obtenga mi pdr positivo
En el capitulo 4 y 5 dice Ca*****. Que es la periodista. No se pq se censuro pero ta.
Hola De nuevo JJAJ. Dice C.A.M.I.L.A no se pq se censuraaa